lunes, 24 de marzo de 2014

Diario de una estancia en la memoria. Dia 1

Desde que la SNCF y RENFE intercambian trayectos sin detenerse en la frontera la ilusión de una Europa sin fronteras parece más plausible. Me subo en el AVE en Sants y unas horas más tarde, transbordo de por medio en Toulouse, estoy en el andén de un pequeño pueblo no mucho más grande que en el que yo vivo. Gaillac me recibe con un cielo encapotado y tristón que rumorea lluvia sin decidirse a quedarse o marcharse. Es una estación pequeña, con algo de película de los años veinte, aquella Francia de paredes grises lejos de París. Betty y Vanessa me esperan con una sonrisa grande que quita todos los males. Todavía colea en mi cabeza el último párrafo leído en el tren de la novela RAVEL de Jean Echenoz. Esto, claro, no es cruzar un océano, pero la memoria es a veces una distancia mucho más insalvable. Y a fin de cuentas, yo he venido a recordar en las palabras y las vivencias de otros. Más de veinte entrevistas me esperan en las próximas semanas. Anarquistas, comunistas, socialistas, apolíticos, hijos de la retirada y algún testimonio todavía presente, antes de que sea tarde. Estoy un poco asustado; la palabra, la oralidad, la gestualización, el tacto, no tienen mucho que ver con los libros de texto, la imaginación o los propios recuerdos. Estas personas son parte real y viva de una de las épocas más tristes, sí, pero también más épicas de nuestro tiempo. Un tiempo que mató casi todas las utopías por las que muchos de ellos sufrieron prisión, desarraigo y en muchos casos, la muerte.
No vengo con ánimo de juzgar o de opinar, sé que la memoria es siempre un territorio privado, vengo a escuchar, a aprender, a tratar de comprender. Compartiremos mesa, silencios, anécdotas, documentos de un valor singular, contaremos sus testimonios en las escuelas, y a mí me toca dejar constancia. Es mucha responsabilidad, lo que estas personas esperan de mí.
Por ahora, solo he tenido que ir al mercado, acostumbrarme al nombre de las verduras, al precio desorbitado del tabaco y a l café en cafetera de filtro de papel. Estudio el estadillo de los próximos días, y me preparo para leer, la última parte de Ravel. Me pregunto cómo afrontaría Echenoz esta aventura que me espera. Con ánimo abierto, corazón alegre pese a todo, y plena conciencia del enorme privilegio que es estar en esta maison des artistas, Arthaud, vieja casa del Teatro, entre abetos, prados y lluvia,  durante las próximas tres semanas
.
Me propongo hacer para vosotros retratos verosímiles de cada una de las personas con las que voy a encontrarme. Como un mero cronista, cuyo único papel es escuchar sin perder detalle. Antes de que el silencio lo llene todo de olvido. 

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