lunes, 27 de mayo de 2013

Solo una voz

Yo no vine al mundo con vocación de Profeta; no nací aposentado en certezas y espadas de fuego. Nunca se abrieron los mares para permitirme pasar aunque se lo pidiera. Yo nací de un hombre y una mujer, con los ojos cerrados, ciego y tiritando. Poquita cosa, sin nada heroico en mi llanto. Pero llevo el nombre de mi padre y de mi madre, como llevo dentro la sangre de mis hermanos.
¿Por qué me preguntas, entonces? Solo soy una voz. No mejor que la de otros, tampoco peor. No más alta ni más firme, ni más meliflua o timorata. Sé lo que sé, y no sé si es mucho. Lo único que hago es cantarlo en palabras escritas en los oídos cercanos.
Porque hoy los tiempos no permiten la indiferencia, no aquí dentro, donde escucho el paso del tiempo con cada latido. Porque es mejor que te desprecien por lo que escribes a que te aplaudan por bufón. Nada es peor para una voz que la indiferencia.
Veo lo que veo, y me sublevan los derrotistas, "los devotos del panfleto" como escribió Marcos Ricardo Barnatán, los augures de la oscuridad que se refocilan en la vacuidad de las palabras.
Y aún así, cuando escucho a los rebeldes endebles del café, me pregunto quién soy yo para decir nada, para alzar esta voz sin nada, este decir intenso que me impele a cruzar la otra vereda. Y me digo que soy libre y dueño de lo que escribo, y de lo que escucho y de lo que veo. Me digo que soy incapaz de la ambigüedad cuando tantas cosas me corroen.
No pretendo ser nada más que lo que soy, y quiero serlo Todo.
Quiero creer que los seres humanos somos más que cicatrices en la piel de la vida, que no merecemos ser esclavos de nuestro miedo.
Quiero creer en la palabra de los otros, que no todo es codicia y engaño, y quejumbre sin fin, y falsedades sin cuento, también en aquellos que se dicen amigos. No quiero ofrecer mi chepa a los enanos para que se encaramen a ver el horizonte a mi costa, no quiero que me falten al respeto, al esfuerzo de mi nombre y de mi sangre por ser yo, forzándome de continuo a ser lo otro.
Soy una voz que susurra sueños por la noche en voz alta, que a veces se falta a sí mismo como se falta a los otros.
Una voz en busca de una verdad. Más, ¿qué verdad? A cada paso cambia el crisol, en cada parada la sed es distinta, y el hambre otra. Pero la sombra sigue siendo la misma. También Los tigres azules. También los espejos.
¿Dolor? Todo, en cada página que dejaré escrita. Dolor de los niños abandonados, dolor de los hombres que perdieron su fe, dolor de una tierra seca y derrotada por su utopía que nunca llegó pero siempre está sucediendo. Dolor de mi carne cuando sufre los cortes de la vida, los mordiscos que me hieren, los gritos que no se escuchan. Dolor que es vida. Súplica ¿a quién? ¿a qué?
Pero también belleza en las letras de otros, en las canciones de otros, en las intenciones de otros. No hay infierno más allá de nosotros, y tras la puerta está esa esperanza en la que yo creo, la misma que me acunaba en el vientre de mi madre: nacerás, vivirás y serás voz.
Y no importará si el eco borra tus palabras. Caerán a la tierra y germinarán. Una y otra vez, hasta el fin de los tiempos. Hasta que llegue el Silencio.

2 comentarios:

  1. Como siempre, un placer leer lo que escribes. Gracias. Manuel.

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  2. Gracias a ti Manuel por darle siempre un sentido extra a mis palabras.

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