Presentar públicamente una nueva novela forma parte de una liturgia que muchas veces viene condicionada por el entorno en el que se realiza.
Este viernes pasado hicimos la presentación "de gala" de Respirar por la Herida en Barcelona. Es verdad que ya se había hecho una previa en la mítica librería de Paco Camarasa, "Negra y Criminal" que desbordó todas las previsiones, y también que a lo largo de este primer mes desde su publicación nos hemos cargado la mochila a la espalda, editores y yo, y nos hemos puesto a recorrer Cataluña y Madrid con nuestras ilusiones, intentando dar a concer la obra a libreros, lectores y medios de comunicación. Seguirán Bilbao, Cuenca, Málaga, Granada, Galicia...
Pero para mí el momento más importante, el más personal, era este viernes 01 de Marzo. Era el momento ideal de encontrarme con viejos amigos, personas que desde hace muchos años me han ayudado a seguir adelante, han leído mis manuscritos, han soportado mis momentos de flaqueza y han compartido con la misma cara de sorpresa que yo la evolución de los acontecimientos desde que Alrevés apostó por "La Tristeza del Samurai" Era mi momento para darles las gracias y para hacerles partícipes de este sueño que es compartido. Hay presentaciones, ponencias o mesas redondas que son más académicas, donde toca desgranar intenciones literarias, tendencias, influencias y demás. Existen los Clubs de lectura que me encantan donde tengo la posibilidad de compartir de primera mano las impresiones de los lectores. También hay encuentros y almuerzos con libreros donde puedo exponer los puntos fuertes de la novela y las cosas que yo pienso que pueden incitarles a leerme y a potenciar la venta. Todo ello es necesario y forma parte de un todo cuyo fin es que las novelas se den a conocer y lleguen al lector. Lentamente, pero sin pausa, con las herramientas de que disponemos, luchamos en equipo por conseguirlo.
Pero el viernes era otra cosa. Para empezar, el lugar. Una galería de arte en pleno corazón de Barcelona, una de esas viejas casas en el barrio de Gracia reconvertida en lugar de exposiciones. Varias salas tenuemente iluminadas, conectadas entre sí y un jardín interior con una palmera centenaria y diferentes tipos de árboles. Una isla de quietud en medio del bullicio. Al entrar, supe que aquel era el lugar perfecto, donde personajes como Eduardo o Gloria cobraban una dimensión extra.
El día no acompañó desde por la mañana, lluvia, frío, viento. Durante las horas previas hubo un goteo contínuo de llamadas, mensajes y correos disculpatorios, anunciando que no podrían venir. Hubo simplemente quién prefirió quedarse en casa visto el panorama.
Cuando entré por la puerta de la glería, una hora y media antes de la hora prevista para la presentación, me dolió algo por dentro al ver el entusiasmo de la gente de Alrevés que ya estaban allí cargando canapés, bandejas, sillas, vino y libros. Gori había preparado un video y música, Ilia llegaba cargado de bolsas, Josep musitaba las palabras que iba a decir y nuestro amigo librero Alfonso llegaba cargado de libros para vender y su optimismo de siempre. Y Jordi Trillahaciendo las fotografías que véis aquí y otras que iremos sacando.
Pensé en el esfuerzo y en la energía que tanta gente vierte alrededor para que las cosas salgan bien, y decidí que no podía quedarme en esa idea de que al final no saldría como ellos esperaban. En los carros de doble tiro, unas veces arranca un caballo y otras otro, y se contagian el esfuerzo para aunar energías. Así que me puse a ello, probamos la megafonía, buscamos dónde colocar las mesas, y tuvimos esos minutos mágicos de ponernos todos en el jardín, aún solos, a fumar un pitillo, compartir una cerveza y regalarnos anécdotas y cosas divertidas para liberar la tensión.
Pero como en el mundo de los sueños el desaliento no existe, de repente, media hora antes de lo previsto empezaron a llegar personas, amigos de antes, amigos de ahora, personas desconocidas, como un torrente, y en pocos minutos la galería estaba llena de voces, de encuentros, de corrillos, de saludos y de conversaciones. Además había dejado de llevar, e incluso el viento nos ofreció una clemente prórroga que ya se alargaría el resto de una velada inolvidable.
Cuando empezamos a hablar, a ver el vídeo, a escuchar la música, se produjo esa catarsis que tanto me sigue fascinando, esa comunión de decenas y decenas de personas, muchas desconocidas entre sí a las que une un libro. Un libro que yo he escrito. Me maravilla eso, ser consciente de que construyo puentes para que personas de diferentes orillas lleguen a encontrarse.
Para mí fue fácil arroparme en los silencios cómplices y en las miradas de los que me quieren, estaban allí para decirme que no me dejarán rendirme. Yo di el paso y ellos me empujan a seguir adelante.
Una pregunta que salta de entre los presentes, mientras suena de fondo un bolero: ¿la venganza deja lágrimas negras o lágrimas blancas? La venganza deja los ojos secos, respondo. Ahora me parece una respuesta demasiado lacónica para una pregunta llena de poesía.
Muchas horas después, cuando los libros que Alfonso no vendió estaban en las cajas, cuando la galería cerraba las luces y los últimos presentes se marchaban, me quedé mirando la calle Verdi desde la parte alta. Un viernes por la ncohe lleno de vida, Ilya en su motocicleta recuperada, Claudia y su abrazo de cariño, Gori y su expresión de felicidad, Alfonso orgulloso y quejándose de no haber podido decir todo lo que le ha inspirado la novela.
Y mis amigos, los de siempre, con sus bromas para que no me tome muy en serio, para no dejarme caer en la melancolía. Memento Mori, me dice Semi cada vez que miro el reloj que me regalaron al despedirme de una vida. Memento Mori, pienso frente a esta galería de Arte que ya forma parte de esos recuerdos que un día me contarán que fui feliz. Al menos una noche de marzo.
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