
Este viernes pasado hicimos la presentación "de gala" de Respirar por la Herida en Barcelona. Es verdad que ya se había hecho una previa en la mítica librería de Paco Camarasa, "Negra y Criminal" que desbordó todas las previsiones, y también que a lo largo de este primer mes desde su publicación nos hemos cargado la mochila a la espalda, editores y yo, y nos hemos puesto a recorrer Cataluña y Madrid con nuestras ilusiones, intentando dar a concer la obra a libreros, lectores y medios de comunicación. Seguirán Bilbao, Cuenca, Málaga, Granada, Galicia...
Pero el viernes era otra cosa. Para empezar, el lugar. Una galería de arte en pleno corazón de Barcelona, una de esas viejas casas en el barrio de Gracia reconvertida en lugar de exposiciones. Varias salas tenuemente iluminadas, conectadas entre sí y un jardín interior con una palmera centenaria y diferentes tipos de árboles. Una isla de quietud en medio del bullicio. Al entrar, supe que aquel era el lugar perfecto, donde personajes como Eduardo o Gloria cobraban una dimensión extra.
Cuando entré por la puerta de la glería, una hora y media antes de la hora prevista para la presentación, me dolió algo por dentro al ver el entusiasmo de la gente de Alrevés que ya estaban allí cargando canapés, bandejas, sillas, vino y libros. Gori había preparado un video y música, Ilia llegaba cargado de bolsas, Josep musitaba las palabras que iba a decir y nuestro amigo librero Alfonso llegaba cargado de libros para vender y su optimismo de siempre. Y Jordi Trillahaciendo las fotografías que véis aquí y otras que iremos sacando.
Pero como en el mundo de los sueños el desaliento no existe, de repente, media hora antes de lo previsto empezaron a llegar personas, amigos de antes, amigos de ahora, personas desconocidas, como un torrente, y en pocos minutos la galería estaba llena de voces, de encuentros, de corrillos, de saludos y de conversaciones. Además había dejado de llevar, e incluso el viento nos ofreció una clemente prórroga que ya se alargaría el resto de una velada inolvidable.
Cuando empezamos a hablar, a ver el vídeo, a escuchar la música, se produjo esa catarsis que tanto me sigue fascinando, esa comunión de decenas y decenas de personas, muchas desconocidas entre sí a las que une un libro. Un libro que yo he escrito. Me maravilla eso, ser consciente de que construyo puentes para que personas de diferentes orillas lleguen a encontrarse.
Muchas horas después, cuando los libros que Alfonso no vendió estaban en las cajas, cuando la galería cerraba las luces y los últimos presentes se marchaban, me quedé mirando la calle Verdi desde la parte alta. Un viernes por la ncohe lleno de vida, Ilya en su motocicleta recuperada, Claudia y su abrazo de cariño, Gori y su expresión de felicidad, Alfonso orgulloso y quejándose de no haber podido decir todo lo que le ha inspirado la novela.
Y mis amigos, los de siempre, con sus bromas para que no me tome muy en serio, para no dejarme caer en la melancolía. Memento Mori, me dice Semi cada vez que miro el reloj que me regalaron al despedirme de una vida. Memento Mori, pienso frente a esta galería de Arte que ya forma parte de esos recuerdos que un día me contarán que fui feliz. Al menos una noche de marzo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario