Aquellos que me conocéis personalmente ya sabéis lo que esto significa para mí. Los que me conocen "virtualmente" pueden figurarlo, y en cualquier caso, creo que cualquiera que ame apasionadamente aquello que hace en la vida, comprenderá el nudo en el estómago que siento en estos momentos.
Por eso, hoy, como excepción, quiero dar las gracias a toda esa gente. Gracias a Josp, a Gori, a Ilya, a Roger, a Marc, gracias a Antonia, Victor, Hilde, Lola, Claudia. Ellos me sentaron en una mesa y me dijeron una vez "si tu vas, nosotros vamos" Y vi que no mentían, que no iban a rendirse. El tiempo me ha dado la razón. En estos tiempos duros, cuando mis amigos y mis familiares están cayendo en este torbellino que se lleva todo por delante, cuando yo mismo tengo miedo y siento la incerteza de no saber qué pasará, esta gente aprieta los dientes. Y no me permiten dejar caer los brazos. Si alguien cree en tí con tanta fe, no puedes volver la cara a otro lado.
Gracias a Jordi Canal, porque antes, mucho antes de que nada se pusiera en marcha, me llamó para charlar como hacen los amigos, entorno a una mesa, de libros, de vida, de esperanzas. Sabeindo lo que iba a venir y preparándome para el camino con su sabiduría calma.
Gracias a Lola, mi compañera. Todos sabemos lo que puede darte o quitarte quien te acompaña en la vida. Y ella sabía quién era yo cuando hace muchos años le enseñé mi primer manuscrito repudiado por decenas de editoriales. Sabía con quién iba a unir su vida, y sabía que si ella no flaqueaba yo nunca lo haría. Ella, que trabaja para que yo pueda escribir, que esconde el rostro de preocupación para que no me de cuenta cuando mira el futuro. Que me recuerda a cada segundo con su alegría el privilegio que compartimos.
Gracias a vosotros, a los que no conozco, gente que me escribe, que me anima o me critica, que me dice o me escucha. Gracias porque aunque no lo sabéis, construís un muro a mis espaldas que me impide retroceder.
Sé que los días son duros y grises. Y hoy más que nunca recuerdo las manos de mi padre, la tristeza de mi madre cuando nos echaron de nuestra casa siendo yo un crío. Hoy más que nunca recuerdo las barras de pan en lo alto de la cocina, y la ropa de cáritas y las colas del paro acompañando a mi padre. Y hoy más que nunca recuerdo la alegría de nuestra casa, las canciones y el bullicio, y esa mirada en el fondo de los ojos de los Del Arbol. Nunca rendirse. Nunca, jamás.
Suerte a todos.
Muchas gracias Victor!
ResponderEliminarAquí en la Bòbila estamos esperando que llegue enero y aparezca "Respirar por la herida".
Un abrazo,
Nos vamos a ver muy pronto. Un blog genial y un trabajo estupendo. Que no decaiga
EliminarEn Francia también hay muchas personas invisibles que están esperando!
ResponderEliminarGracias a Victor que nos permite entrar en su mundo y gracias a todos los libreros que nos lo dieron a conocer, especialmente a Sophie de la librería "Un jardin de livres" en Montpellier y disculpe si mi español no es correcto!
Françoise, una abuela francesa
Merci, Françoise. J'aimerai partager avec toi a Montpellier. Victor.
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