domingo, 5 de febrero de 2012

Un encuentro francés

Hay algo ingrávido en los aeropuertos, como si los aviones no sólo se movieran detrás de las grandes ventanas de la Terminal. Algo que me hace quedarme parado en medio del vestíbulo con mi maleta, en el centro de un ir y venir apresurado que me fascina.
Me gusta ver, estar ahí en medio sin que nadie me mire, sin que nadie me vea, excepto si, por casualidad, tropiezan conmigo o mi equipaje entorpece la carrera de alguien.
Las voces de la megafonía dicen las mismas cosas en el aeropuerto de El Prat que en el de Orly,se matizan en el acento, pero uno no necesita comprender para entender; como tampoco es necesario preguntar dónde está la salida. Todos los aeropuertos te empujan frenéticamente hacia afuera, no son lugares que te quieran retener, sólo estás de paso.
Está nevando, y los campos cuarteados y blancos no son distintos del rostro amable, un poco socarrón del taxista que me espera con gorro ruso (sin estrella) y un Gaulois en la boca, Detrás de su Mercedes plateado, unos árboles raquíticos gotean. El ruido de un Airbus elevándose se lleva su bienvenida.
Todo el mundo adora España, a veces pienso que menos los españoles, sobretodo si la temperatura cae bajo cero; entonces el tópico se hace oro: la playa, lo barata que es la vida, lo simpáticos que somos...Asiento, feliz; escucho la voz melodiosa de una locutora en la radio anunciando froïd Polar. Bienvenidos.
El hotel tiene telas en la ventana, telas que te separan del frío, que te invitan a un sueño demodé, fantástico, de sillas barrocas y libros en un estante. Me siento y contemplo la nevada, con el abrigo aún puesto, la maleta por deshacer. Lyon se abre a mis pies. Busco en las bambalinas de le quay, bambalinas de niebla que juegan a enseñarme y esconderme, el roine, la catedral, un par de paseantes que parecen venir de un mundo donde el frío es la excusa para vestir abrigos desternillantes. Camino junto a mi sombra, un alter ego que es el traductor, un ser fauno, salido de los bosques oscuros de esta Galia que siempre estuvo en mí. Le digo que este es mi sitio, sonríe comprensivo. La niebla nos acoge a todos con amor, me dice.
París es distinto. Una señora que sonríe como Holiwood a los recién llegados. Pero no vengo a conquistarla, sólo a enamorarme, y así se relaja. Vivir un sueño es esto, sentir que siempre estuviste aquí, que nunca te marchaste. Nada me resulta extraño, ni siquiera los recuerdos, de esos sitios que visité en boca de otra mujer, de esas noches que veía de otro color. Me dejo llevar por la marea hacia el Sena, y me quedo varado en la Isla de San Louis. Hablo con gente, todos nos entendemos cuando nos miramos a los ojos. Los míos brillan, no puedo negarlo. Todo me golpea y me acaricia, y yo lo acepto con naturalidad, bailamos, la realidad, la ficción y yo. dejamos que el juego se crezca.
Ningún sitio com la calle de Sant Sulpice y un cuervo en el tendido frente al hotel para saber lo que eres, lo que siempre fuiste, lo que siempre serás.
Vuelvo con la promesa mútua de regresar, tantas veces como esta ciudad me quiera reclamar. Nadie puede decirle no a esta dama, un poco apolillada pero tan hermosa en su decadencia, en su intento de volverse a inventar.
En el Midi estoy en casa, no están lejos los Pirineos, adivino sus cumbres en los encrespamientos de las miradas. Mucha memoria viva en la Plaza del Capitole, muchos hijos que nacieorn aquí en la añoranza de sus padres ¿Cómo es España? Qué extraña pregunta, no me atrevo a contestar. Es lo que tu quieres soñar, como Francia es ahora esta preciosa librería, y la librera que me abraza como si yo fuese su esperanza, y las calles oscuras barridas por el viento en busca de un café, y un pitillo de madrugada mientras las farolas titilan en la plaza y un joven argelino me pregunta si quiero volar.
Rostros, voces, lugares. Felicidad de un segundo, a cada segundo. La certeza de una nueva vida que siempre fue la misma. Vuelvo a la megafonía, en Barajas suena todo igual. Pero esta quietud en la vorágine del ir y venir, ya me resulta más familiar.
Estoy aquí. Y estoy allá.

1 comentario:

  1. Bienvenido, seguramente habrás dejado impregnado de tu fragancia a una ciudad que ahora nos envidia un poco más.

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