martes, 21 de febrero de 2012

La libertad y su precio (o desprecio)


Libertad.
Seguramente, es la palabra que más se ha invocado desde que el ser humano dejó de gruñir para aprender a balbucear. Y no debe existir más disparidad de opiniones, de percepciones y de sesgos en el significado de ninguna otra palabra.
En estos días de rabia, de palos indiscriminados, de insultos y de mucha,mucha manipulación, parece que la libertad se gana gritando. Cada uno invoca la libertad como le conviene, unos la confunden con la ideología, con las banderas, los himnos; otros con hacer simple y llanamente lo que les da la gana. Parece que la libertad es un bien tan usado como los conceptos de Democracia o Constitución. Tan vacíos de contenido en boca de gente que daña los oídos escucharla.
¿De qué sirve la libertad, si amparándonos en ella, nos encadenamos al odio al contrario,en el inmovilismo, en la desesperación o en el discurso soez, barato, grueso y sin verdadero contenido? ¿Para qué sirve la libertad si no somos más libres al invocarla?
Algunos creen que la libertad es propiedad de la izquierda ideológica, que su causa es la justa y necesitan que las cosas vayan, cuanto peor mejor, para llenarse de razones.
Otros creen que la libertad es cosa de Derechas, de sobrio discurso, de valores férreos e inamovibles de ley y orden, de liberalismo económico y uniformidad.
Yo lo que creo es que las ideologías son una farsa; no lo fueron en el pasado, pero lo son en el presente. Yo lo que creo es que la verdadera libertad no se gana pegando a niños de quince años, ni insultando indiscriminadamente y sin razón a todos los policías. Lo que yo creo es que la lucha por la verdadera libertad se gana contra uno mismo, es en el interior de las personas donde se consigue la verdadera libertad o se condena uno a ser un esclavo para siempre.
Aquí, cuando se cierra el ordenador, cuando nadie puede escuchar nuestras peroratas públicas, en el silencio, uno se pone frente al espejo y conoce el límite de su propia cobardía, hasta dónde está dispuesto a llegar para ser honesto consigo mismo. Es en la soledad dondde se agranda el miedo, la autocensura, el terror a la verdadera libertad, que no es otra que ser consecuente con lo que uno es, conociendo la distancia que le separa de lo que quiere ser.
Aquí en la soledad no hay uniformes, ni órdenes, ni adrenalina. Está uno solo con su conciencia.
Aquí, en la soledad, no hay periodistas que nos graben, ni compañeros que nos jaleen por haber roto un escaparate.
Aquí ni hay votantes a los que manipular con nuestros discursos que nos envenenan con el virus del miedo.
Aquí, en la soledad, no hay directivos que contentar con una cuenta de resultados. Sólo las caras de los trabajadores echados a la calle.
¿De qué me sirven a mí las pancartas en las manifestaciones contra los recortes de Educación si después no me siento con mi hijo a hacer los deberes, si me burlo de los profesores porque les considero unos vagos y unos privilegiados?
¿A cuento de qué me quejo con los recortes dde Sanidad si nunca exigí a los médicos dedicación y profesionalidad cuando estaba esperando en Urgencias y luego tenía que aceptar visitarme en sus Privadas?
¿Porqué me rasgo las vestiduras contra los políticos que defraudan y roban si en las tertulias de café hago chascarillos baratos a cuenta de sus pequeños pecados?
La libertad es responsabilidad, no es esperar que vengan a solucionarme los problemas, no es enquistarme en un discurso de moralinas y después autocensurarme. La libertad se gana en casa, en cada gesto que prepara para el futuro, con cada libro que se lee, con cada discusión que se mantiene con nuestros hijos, vecinos, piensen como nosotros o no. La libertad no es un eslógan que usamos cuando nos sentimos frustrados, es el motor cotidiano de nuestras vidas.
Tenemos miedo a que nos desprecien si decimos lo que pensamos, que nos echen del trabajo si protestamos o demandamos lo que en Justicia nos corresponde; sentimos pavor a que nos expulsen del gremio por tener criterio propio, y así nos sumergimos en la masa (a un lado u otro) y nos dejamos llevar por el reflujo, confiados en nuestra bondad.
Pero lo cierto es que no seremos más libres mientras seamos esclavos de nuestras palabras y nuestros actos, a menos que con ellos respondamos ante nosotros mismos. Y sólo ante nosotros mismos.
A veces los cobardes son los que más gritan. Los bienpensantes confunden solidaridad con caridad, los graciosos confunden la ironía con el humor burdo y facilón, los informadores la información con crear opinión. Todos tienen algo que decir a los demás, pero ¿qué tienen que decirse a sí mismos? Fue Sartre quien dijo (Wikipedia dixit) que "el hombre nace libre, responsable y sin excusas"
Este es mi ejercicio de libertad. Esta es mi voz, este soy yo. Este es mi ejercicio de libertad, al que me he prometido ser fiel. Ver por mis ojos, escuchar por mis oídos, hablar por mi boca, hacer por mis manos. Y a veces, casi siempre, este camino es el más largo, el más solitario, el que te arrojará a la cuneta. Pero es el único posible, si, de verdad, quieres ser libre.

2 comentarios:

  1. La libertad....creo que la hemos convertido en un eufemismo. Tan solo podermos concebirla con y para nosotros mismos, individualmente. Todo lo demás queda fuera de lugar.

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    1. Las cosas que terminan perdurando son las que salen de dentro hacia afuera, y no viceversa.

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