sábado, 31 de diciembre de 2011

sin Imagen

Este es mi último post del año 2011. Debería ser reflexivo, con un punto de esperanza y unas dosis de emoción. Pero no es eso lo que me sale de dentro. Hoy no, a pocas horas de vivir, un año más, el mismo ritual, y ya van 43. Lo único cierto es que estoy sentado en la esquina de lo viejo y lo nuevo con la impaciencia y la expectativa que siempre sentimos ante lo que se nos fue y lo que nos viene. Sólo el paso del tiempo dirá si fue mejor o peor lo que cerramos, si nuestros sueños fuerno cumplidos o se quedaron a medio hilar. Sólo la ilusión nos permite entrar en esta nueva habitación con la sonrisa de los ingenuos.
Seguramente, el viento borrará nuestros errores y se llevará nuestros aciertos, dejaremos de sentir compasión por nosotros mismos y también nos bajaremos del pedestal en el que quien nos alimentó los oídos nos subió. En estos minutos finales, que suenan a agonía y también a parto, lo único que cuenta es que estamos aquí, como siempre, no más fuertes, no mejores, pero vivos y con fe. Qué cosa curiosa la fe, qué liturgia la de querernos mejores personas, mejores amigos, mejores amantes. Quisimos ser todo y fuimos lo que pudimos, y no debería haber decepción en ello. Tal vez ahora entren personas nuevas en nuestras vidas, quizás besemos otros labios, hagamos otras promesas que no cumpliremos. Puede que nuestro corazón siga dispuesto a darse por un espejismo, seguro que nos quedarán lágrimas por verter y reproches que hacernos. Sí, pero ¿qué me decís de las risas que nos aguardan, de las miradas enamoradas que ya pugnan por salir, qué nuevos proyectos ya barruntan en nuestras cabezas siempre insatisfechas? Nuevos libros que escribir, nuevos libros que leer, nuevas pieles que acariciar, nuevas voces de las que aprender. Y aunque no nos harán olvidar lo perdido, sepultarán al menos un poco la nostalgia, amortiguaran el dolor, y poco a poco la ilusión se irá abriendo camino.
Y así renaceremos, una y otra vez, entre campanadas, entre adioses y bienvenidas, en el río de la Vida, esta vida maravillosa, caótica, extraña, feliz, que nos da cobijo.
Esta noche estoy trabajando, con mis amigos, con los seres que sin saberlo ya empiezo a echar de menos, los veo mirarse con un brillo distinto en los ojos, los veo afectuosos, incluso conmigo. Están ahí atrás, preparando una cena que compartiremos fría, probablemente de pie, cruzando los dedos para que al menos durante los cinco primeros minutos del 2012 todo sea paz y nos de tiempo a decirnos por lo bajito que sí, que nos queremos. Y que lo demás, ya vendrá.
A todos, a o todas. Sed felices. Vendrán nuevas palabras, prometido.

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