domingo, 25 de diciembre de 2011

Que yo me rompo

Que nada fuera yo si tú estuvieras aquí. Que el Mundo fuera
esa barquita que flota en tu boca los días que sopla la brisa y te trae mi nombre. Si la noche fuera tu cuna, ojalá yo fuera tu nana, y que esa cuerda rota fuese mi garganta, la voz de un hombre enamorado.
Imaginando que todo fuera esta alegría mía de saberte en mi mano mecida, confiada y tranquila, que fuera tu corazón esta piedra en la charca que hace ondas cuando toco tu espalda. Si fueras tú esa luz con la que rompieras mis mañanas. Si se fuera mi brazo de visita a tu cadera, a media noche, como si nada. Y al tocarte, dormida, me supiera en casa. Imaginando si te tuviera.
Nada fuera de mi voluntad de ser viento, de ir al Levante, al Sur, o al Norte, y lejos esta barquita de vela latina, y lejos este tren en la nieve, y este trote en el desierto. Y el Mundo sin fronteras mi casa, y mis piernas mi sostén y mi cuerpo mi inmortalidad. Pero tú conmigo. Siempre, tú en el rizo de las olas, tú en la quilla de mis ojos, tú en el polvo de las dunas, tú en los cristales de hielo.
Y yo la piedra que te sustente, y yo el manto que te abrigue. Y yo la Verdad que te cure de tanta mentira, de tanta soledad.
Y que caliente tu duda mi risa, y que brillen tus ojos con mi azogue. Y que cuando me muerdas
yo sangre. Y que cuando me duelas grite. Y que cuando me ames exclame. Y que cuando te mire calle.
Sí, calle.
Sólo para besarte.

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