domingo, 3 de julio de 2011

La Tristeza del Samurái...Y tú tenías razón



El hombre cierra los ojos porque así puede evocar mejor la caricia de tu mirada. Tus ojos son palabras y cada parpadeo tuyo una coma, un punto.


Ahora que ha bebido demasiado puede fingir que está borracho, apartarse de los demás y sentarse a mirar esta Luna que nunca le ha parecido tan cercana.

Es la luna de sus juegos, la de aquellos tiempos en los que corría con la catana de madera entre las ruinas de un viejo castillo.


Tú tenías razón. No puede apegarse a lo que está sucediendo. Todo lo material tiende a deshacerse, a escurrirse entre los dedos. Ni siquiera tiene derecho a imaginar nada distinto que no sea esta noche, esta luna y sus recuerdos.

Pero también tiene el hombre razón. También sabía que al alejarse de tu mirada, tus ojos le perseguirían para no dejarle regresar al olvido. Él lo sabía cuando traspasó el umbral de tus pupilas. Tú lo sabías cuando te dejaste cegar por el brillo de su necesidad.


Despojado de su armadura, de su máscara, el hombre escucha la brisa entre las copas de los árboles. La tristeza le da lucidez, pero no la valentía que busca. Aquieta la mente, calma el corazón, deja fluir lo que fue, lo que no fue, lo que es, lo que será. Nada importa, excepto este instante de quietud.

Y de pronto, del fondo de la Tristeza surge una sonrisa que no tiene dobleces ni maldad. Una alegría sincera. Todo llega, le dice su voz interior. Todo pasa. Nada queda.

Nada, excepto tú.

1 comentario:

  1. qué libre es este hombre que sabe que nada importa, que todo pasa y nada permanece. Sólo este instante de quietud es real. Todo lo demás, nada, una mera ilusión. Gracias por recordarme que la vida es efímera y cada momento es único e irrepetible...

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