domingo, 12 de junio de 2011

EL DOLOR Y LA TERNURA en la Tristeza del Samurái



Hace ya muchos días que le estoy dándo vueltas a la cabeza entorno a una idea, que se ha visto refrendada en la feria del Libro de Madrid. La he comentado con muchas personas que han leído la novela, y es a través de ellos que me ha surgido la necesidad de plantearme qué es el dolor y qué es la ternura.

Huímos del dolor, como cualquier ser con instinto de superviviencia. Buscamos aquello que nos proporciona comodidad, seguridad, cualquier efecto euforizante que nos haga olvidar las sombras que se mecen tras la ventana. Nos armamaos contra el dolor con mil estratagemas: algunos se acorazan tras una sonrisa impenetrable, otros se escudan tras la indiferencia, la ignorancia, el sarcasmo o el victimismo. No pocos deciden luchar, enfrentarse al dolor con la pretensión de vencerlo, aún a costa de las heridas que nos queden tras una batalla incierta, y que tal vez perdamos.

"Tu novela es muy dura" He oído mucho esa frase últimamente, dicha con tonos distintos: en ocasiones con tristeza, en otras con rabia, en la mayoría con temor. Pero cuando le pregunto a los demás si no encuentran la ternura, el deseo de ser feliz, el logro de esa felicidad, la gente asiente con una cierta perplejidad.

El dolor viene de la escritura rabiosamente humana, del amor por unas vidas que yo querría ver salvadas, plenas, felices. Quiero a mis personajes como quiero a quienes me los inspiran. Y el dolor que padecen, la suerte que corren es la de los seres que deciden que sí o sí, hay que vivir, aquí, ahora, en el presente.

La ceguera es una salida. Podemos tapiarnos los ojos como el mono sabio, pero eso no evitará que el dolor siga cruzando las palmas de nuestras manos. No es así, con el mirar a otra parte, como logramos curarnos.

Las cicatrices nos recuerdan cuánto amamos aquello que somos, cuánto estamos dispuestos a entregar y sacrificar por ser más dignos y auténticos. Los personajes de La Tristeza del Samurái son reflejos de muchas vidas, de muchas guerras libradas y no siempre victoriosas. Es cierto y así debe ser si uno pretende ser honesto. Pero la corriente de ternura está ahí, en cada gesto, en cada palabra, en cada emoción intuída.

Eso me ha hecho ver un lector en Madrid cuando se me acercó y me dijo ofreciéndome el libro para que se lo firmara: "No me ha fascinado esta historia simplemente por lo que cuenta, sino por lo que es" Dolor y ternura. Ternura y dolor.

Quería darle las gracias a ese lector. Y no he encontrado otro modo de hacerlo que aquí.

Victor del Arbol

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