A veces las horas son lentas como bueyes fatigados. Tiran hacia
adelante con un silencio resignado. Puedo tender la mano y hundir los dedos en
su masa pegajosa. Los minutos son un goteo subterráneo, deseando que pasen.
Apago la televisión y durante un instante parece que respiro mejor. El
horizonte sigue ahí, las mismas montañas, y el aire se lleva los augurios, las
tarjetas opacas, las excusas, las maldades, los cinismos incontables,
inacabables, la absoluta desvergüenza de un país –todo los países de este país
– que hace tiempo perdió el norte y el sentido en manos de una élite que hizo
del rancho su coto, con desfachatez, hondura y convicción de que robar, mentir,
manipular es un derecho divino destinado a los elegidos.
Nunca hubo guillotina en España. Y con ello quiero decir que jamás
llegaron aquí los aires de revolución que terminó en Francia con el
Absolutismo. Tampoco conocimos revolución industrial. Aquí pasamos del secano y
el rostro cetrino a las revoluciones pequeño burguesas de gente mezquina con
objetivos mezquinos: los clientelismos, la familia, el beneficio inmediato, el
bienio, el servilismo con el fuerte y la crueldad con el débil. ¿Para qué
sirvieron los derramamientos de sangre, las erupciones de ira colectiva?
Desfogues que en nada quedaron. Ardieron muchas cosas, se barrieron las cenizas
y volvieron a construirse las mismas.
La Cultura. Esa necesidad de viento vivificante, apenas penetró jamás
en las rancias mansiones del Poder. Folklorismo y jolgorio, claqueo y bufones.
De eso, España siempre estuvo servida. Grandes artistas de corte, paniaguados
silenciosos o aquiescentes. Y la envidia, y la misoginia, y la confabulación. Y
el yo contra todos y todos contra mí. Eso también. Pocas alegrías, pocas
primaveras donde creciera algo que pudiera sobrevivir al siempre seguido
invierno.
Andamos ya hacia la primera quincena del segundo milenio y nos dicen
que la crisis se acaba, y se irá acabando más rápido cuanto más se acerquen las
elecciones. Y un mes antes, España será el Paraíso donde cualquier hijo de bien
querría beber. Un vergel de virtudes, un loar de méritos propios, ciertos,
inventados, manipulados. Los parados serán residuales y como residuos serán
escondidos en las estadísticas. Los mutis serán gritos acusatorios contra
cualquier hereje que se atreva a ensombrecer la felicidad del Pueblo con
verdades incómodas. Con suerte, habrán cambiado un Bárcenas por otro, un ERE
por otro, un sindicato por otro. Caras nuevas de dentífrico brillante pero la
misma mirada huidiza, palabritas en cascabel para escupir el mismo veneno, y
cuotas de mujeres guapas y a poder ser modernas. Silencios administrativos y
dejemos actuar a la Justicia, proverbial en la rapidez, no es cierto? Casi
tanto como esos jueces desplazados, silenciados, qué curioso, cada vez que
quisieron meterle mano a lo inasible, Gürteles o Blesas de turno. Y a todo
esto, que un ex presidente amenace en sede parlamentaria a los diputados con
hacer “caer” los nidos y que estos guarden silencio, en plan siciliano, y que
ese ex presidente reciba una pensión de 14 pagas anuales, porque “le
corresponde”. Tal vez le correspondería una respuesta combativa y definitiva de
la Justicia, ya que no puede esperarse de su partido, demasiado embarrado en
esas arenas movedizas de la nueva Patria. O puede que debamos volvernos hacia
ese gran ministro que, otrora adalid de la “derecha civilizada” hoy se retira,
humillado y abandonado por los que nunca le quisieron con una pensión vitalicia
(y no es que el hombre esté en la indigencia o al borde de la muerte) de 8.000
euros al mes. Que haya personas a las que se les niega una miserable ayuda de
450 euros mensuales aduciendo mil y una estratagemas barriobajeras, le falta un
sello, un papelito, venga el mes que viene. Poco importa que ese ministro diga
que los problemas de su hijo sean problemas “familiares que se resuelven
puertas adentro” o que esa otra vocecita tan dada al exabrupto y el chiste
imbécil con los que le ríen las gracias, ningunee a los funcionarios con ese
odioso “usted no sabe quién soy” y ahora amague, torera ella, con presentarse a
la alcaldía de Madrid.
¿Y los nuevos? Los mismos tics, la misma arrogancia, la misma
soberbia, el mismo desprecio por los que piensan distinto. Será que la opinión
libre escuece tanto en este País, acostumbrado a los adoctrinamientos, a las
catequesis y al griterío.
Yo quería escribir sobre otra cosa hoy. Sobre los amigos que dejé en
Madrid, sobre cierto libro que me recomendó Pedro de Paz que me he aprestado a
leer, de la cervecería La Gloria charlando con Galindo y Marta de autores
japoneses, de libros y de medios. Quería comentar cierta frase que dejó caer en
mí Berna en la mesa Nosotros los Muertos. Quería, en definitiva, lanzar una
bocanada de poesía lírica desde la basculante cafetería del AVE a 320 km por
hora camino a Barcelona y mencionar el último libro de Zepeda.
Pero ya ven ustedes; me atrapó el misterio de los minutos que pesan
como horas en los rostros del telediario. Y ahora, lo único que puedo hacer es
mirar este mediodía de domingo, escuchando a Gardel: Todo es mentira…
No me lo tengan en cuenta. Prometo apagar antes el entendimiento la
próxima vez.
Excelente, como siempre. Una pena lo que está pasando y los minutos sigan goteando, sin que pase nada.
ResponderEliminarComo decía un enfermo terminal compañero de habitación de mi padre con la lucidez que debe de dar la proximidad de la muerte: "Esta vida es un cuento, se lo digo yo, esta vida es un cuento".
ResponderEliminarEspero que lo hayas disfrutado, estimado Víctor. No dejes de avisar cuando vuelvas por Madrid. Beberemos cerveza y hablaremos de libros, de mujeres y de otras cosas de trascendencia. :-) Abrazo.
ResponderEliminarQue buenas lecciones he observado en ti. Me quedo sorprendida y a la vez me alegro de saber que no todos tienen el coco comido, sino todo lo contrario. Aquí queda una persona que piensa con la cabeza y no con los pies. Gracias por existir Victor .
ResponderEliminarSaludos y buena semana.