jueves, 20 de diciembre de 2012

Un País Imaginado

No es la primera vez que escribo sobre esto, y mucho me temo que no será la última, aunque me gustaría que así fuera. Pero en este blog, que yo pretendía crear a modo de miscelánia, la realidad también me impone sus prioridades.
Y quiero escribir lo que sigue para que nadie, llegado el caso y el momento, se llame a engaño. Son ya muchas las veces que me piden que me pronuncie, porque pronunciarse (con estos o con los otros) parece ser la única manera posible de "estar" hoy en día. Si no opinas, si no te postulas , eres tibio, invisible o en el mejor de los casos souflé. El pretender ponderar las respuestas después de considerar los pros y los contras, de analizar toda la información que cae en mis manos, requiere de un tempo reflexivo que no está de moda: el lema es "todo y ahora" Pues muy bien. Vamos allá.
En primer lugar, yo no creo en las identidades colectivas, más allá de unos cuántos tópicos que se parecen más a la mitología futbolera y de chascarillos que a la realidad. Los catalanes somos "agarrados", los vascos "testarudos" los gallegos "indecisos" etc,etc,etc. Para mí, la identidad es individual, y consiste en saber quién se es, qué lugar se ocupa, qué referentes culturales o de raigambre se tienen. De modo que me ofende particularmente que el señor Rajoy, Rubalcaba (ya no digamos Rosa Díez) pero también el ser Mas o el sr Junqueras pretendan dibujar para mí lo que yo soy. Sé quién soy y no necesito que nadie me tutele, gracias.
En segundo lugar, me gustaría aclarar que SÍ estoy a favor de que se efectúe la consulta a la sociedad catalana sobre el derecho de autodeterminación, como lo estaría si se consultara a los andaluces o a los madrileños. Y también creo que esa consulta debe ser vinculante. Y lo estoy por un motivo fundamental: creo que somos los ciudadanos los que debemos decidir sobre lo que somos y queremos ser, y que a los políticos, lo único que les queda es acatar sin rechistar la voluntad soberana y gestionar el mandato que se les haga. Yo no soy independentista, de modo que llegado el caso, votaré que NO, pero eso no es óbice par que esté convencido de que la verdadera democracia es la que se ejerce. Si la mayoría decide en contra de mis convicciones, no me quedará otra que aceptar la decisión de mis convecinos y actuar según mi conciencia. Marcharme o quedarme en ese nuevo e, hipotético, marco.
Porque la Constitución parece haberse convertido en un mazo para esgrimir amenazante cuando no gusta lo que se avizora, pero en cambio parece papel mojado cuando se conculcan sus artículos fundamentales en cuanto a Vivienda, Trabajo, Educación o Sanidad se refiere.
Aclarado esto, me gustaría preguntar a los políticos y amigos que han decidido optar por la vía soberanista una série de cuestiones. Creo que si se me pide que vote en semejante órdago., lo lógico es que conozca las consecuencias de mi voto.
Veamos: en un País imaginado
¿Se legislará y se aplicará una Carta Magna que se cumpla a rajatabla en su apartado de Derechos inalienables, o será un pastiche que se moldeará a gusto del gobernante de turno?
¿Se prohibirá por Ley la especulación económica en favor de una economía productiva?
¿Se perseguirán todos los fraudes de ley dotando de más medios y verdadera independencia al sistema judicial?
¿Se enjuiciará y encarcelará a los banqueros que demuestren mala praxis y se les exigirá responder patrimonialmente de su gestión?
¿Se devolverá el dinero incautado por las entidades financieras catalanas a ahorradores a través del producto tóxico de las preferentes?
¿Se legislará una nueva ley hipotecaria que prohiba los deshaucios y apruebe la dación en pago?
¿Se racionalizarán los sueldos y las incompatibilidades de los políticos?
¿Se hará una nueva ley electoral que asegure la democracia directa?
¿Se prohibirá la privatización de la Sanidad?
¿Se dejará de utilizar a la Policía como arma arrojadiza políticamente?
¿Se asegurará la igualdad de los castellano parlantes?
En definitiva: ¿seremos en este País imaginado, más justos, más éticos?
Cuando tengan la respuesta, formulen la pregunta.
Antes, no cuenten conmigo. Porque caso contrario, no hacen falta tantas alforjas para un viaje que nos dejará, exactamente en el mismo punto que estamos, por más que las banderas que vea desde mi balcón sean otras.
Porque ni en Madrid ni en Barcelona, por mucho que los unos y los otros se empeñen, las banderas se pueden comer ni cobijan del frío.
Dicho queda, para el futuro que está por venir.

2 comentarios:

  1. Hay mucha verdad en tus palabras, Víctor.
    Coincido contigo, nadie puede augurar cómo sería ese patria inventada y seguramente adoleciera de nuestros mismos problemas endémicos (no por ello menos inaceptables).

    Hacen falta más posturas así, como la tuya, reflexivas, serenas, que pongan las cosas en su sitio.

    Yo también trato de colaborar en ello. Me gusta lanzarles a mis alumnos de historia del instituto una idea: "Por encima de cualquier ideología,están las personas". Creo en ello. La historia nos demuestra que por mucho que nos empeñemos en lo contrario eso es así.
    Todos los ismos (nacionalismos, autoritarismos, socialismo...) son grandes conceptos que no abrigan, ni dan de comer, (como las banderas que citas tú), pero no sólo físicamente, lo que no alimentan es el alma humana.

    Gracias por tus letras.

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  2. Gracias, Juan. Uno llega a la conclusión de que las elucubraciones ideológicas solo tienen sentido en la medida que mejoren la condición de la Sociedad a la que pretenden representar. De otro modo, cáscara sin nueces, que decía mi abuela. Pensar en las sociedades como un todo anónimo es el gran mal del Pensamiento contemporáneo.

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