viernes, 20 de enero de 2012

Soledades acompañadas

Anda con el corazón debajo de la piel,
buscando la carne de ese latido.
Nada teme más que el silencio de su pecho.
La carretera al fondo,
lejos de su ventana.
Pero sigue soñando,
soñando con ella,
soñando con la Vida
Teme que se haya cansado de esperar,
de sus promesas que no secundan los pies.
Canciones de libertad, ensoñaciones de preso,
esperanzas de un viejo.
Y entretanto, al otro lado de la cama,
frente al espejo de su día y su noche,
duerme ella, sin sospechar.
No sospecha que él se va a las estrellas cuando finje mirar por mirar,
no sospecha que su sonrisa es un lago de cristales inventados para atrapar reflejos tras los que poderse ocultar. Somos felices, sí. Pero siempre hay alguien que lo es más.
Duerme a su lado con la dejadez de lo seguro,
sin el recato del primer encuentro,
se remontan en su espalda las vértebras,
y a los lados sus codos, sus brazos, sus manos.
No sabe lo que sueña. Hace tiempo que dejó de preguntar.
Nada es cierto si no es Verdad.
Y fuera de este latido que busca con los dedos,
todo empieza a desaparecer.
Las palabras le enredan en una maraña de la que no sabe ya cómo escapar.
No sabe gritar. Ya no. Sólo sabe gemir. No te vayas Vida. Espera un poco más.
¿Qué hay ahí fuera?
¿Qué distinto de esta cama que comparte en soledad?
¿Qué de los amigos que se fueron, de los que dejaron irse la amistad?
¿Qué del Padre que te olvida, o te recuerda en silencio, otra forma de olvidar?
¿Qué de la madre que ya no siente el dolor del parto cuando sus entrañas se rompieron?
¿Qué de aquel amor que no pedía sino poder compartir lo que quisieras dar?
¿Cuando llego la exigencia, la impostura, el enojo?
¿Cuando se empezó a perder en mentiras con vestido de verdad?
¿Cuando apareció el temblor de las piernas, cuando empezó el suelo a resquebrajarse?
¿Cuando se cayeron las alas o dejó de volar?
No lo sabe. La Muerte es un goteo de pequeñas pérdidas.
Sólo queda ese pequeño músculo, esa víscera que sigue latiendo,
pese a quién la quiere acallar.
Amanece sobre la jaula de aire,
amanece en sus pupilas cansadas,
amanecen sus deseos,
amanecen sus temores.
Siguen las palabras, sigue la soledad.
Alarga la mano y sus dedos sondean el sueño de quien le acompaña.
Bajo las yemas nota el temblor de su piel tensada.
También late su corazón mientras duerme.
Pero tampoco ya con la misma intensidad.
Se abraza a ella y redoblan esfuerxos dos corazones que van muriendo en soledad.

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