miércoles, 7 de diciembre de 2011

Mentiras y verdades


Cuando algo nos afecta directamente resulta difícil mantener la objetividad, la sangre fría y la cabeza centrada. Lo fácil es dejarse arrastrar por el impulso sanguíneo, por lo que "sale de dentro". Eso, en estos tiempos que corren, dónde todo se vuelve como un boumerang, es un craso error. Todo el mundo grita mucho, todo el mundo se da de codos para abrirse un hueco, todo el mundo busca su espacio y lo quiere ya.
He necesitado días para no dejarme arrastrar por esta lava que empuja hacia abajo con fuerza, he tenido que callar y buscar en el silencio para encontrar las palabras exactas. Porque a veces, las cosas que suceden son tan graves, tan esperpénticas y tan obvias que, sencillamente, uno se queda sin palabras, boquiabierto y murmurando "no puede ser"
Para los que no me conozcáis, yo trabajo desde hace veinte años en la administración pública, en este caso en la autonómica catalana, pero tanto es. Podría ser funcionario estatal o de un municipio de quinientos habitantes. No voy a hacer aquí, sin embargo, una defensa de mi trabajo, ni de la importancia que tiene para el engranaje del día a día. No es necesario hacerlo, o tal vez sí lo sea, a juzgar por lo que está cayendo, pero me da grima hablar de lo evidente.
Hay algo sin embargo, de lo que sí quiero hablar, y es de lo que está ocurriendo ante nuestros asombrados ojos: el golpe de Estado blando que los tecnócratas están ejecutando sin que hagamos nada para impedirlo. Estamos sufriendo una involución, que nos va a llevar a la Dictadura, pero no nos damos cuenta. Y lo digo convencido, no para provocar polémica. Nos están robando la voluntad. Nos recortan derechos, salarios, nos meten el miedo en el cuerpo, nos amenazan barriobajeramente, y nos exponen al escarnio público, sabiendo que nadie hará nada.
Durante décadas, los políticos se han dedicado a adormilar a la sociedad, a desestructurarla de tal modo que seamos incapaces de actuar colectivamente. De ese modo ha sido fácil ir germinando el caldo de cultivo que ahora sí, ya maduro, no necesitan disimular. Han roto el tejido social y nuestra voluntad de unirnos, nos han convencido de que debemos mirar nuestro propio bien y olvidarnos del vecino. Así, uno a uno pueden eliminarnos.
Veamos: cuando entramos en el euro nos dijeron que el nivel de vida mejoraría, pero de repente un café que valía cien pesetas pasó a valer 166, aunque los sueldos jamás alcanzaron esa subida ¿verdad? Cuando llegó la reforma del suelo de los del PP todo el mundo se lanzó a ese EL DOrado sin imprtar qué quedaba atrás. Algunos seguimos trabajando en la administración pública por una cuestión de voluntad, de creer que las cosas públicas funcionan mejor que los servicios privatizados. Soportamos congelaciones salariales, año tras año, mientras todo el mundo se iba de vacaciones o comproba casas a precio de oro. ëramos los parias, los tontos que se creen eso de dar clases, de atender un ambulatorio, de vigilar las calles para que durmamos bien...Se nos sometió a la chanza y el linchamiento mediático, se nos utilizó porque interesaba meterse con unas siglas u otras, se nos llamó de todo sin contrastar opiniones ni diferenciarlas de informaciones veraces. Y cuando se equivocaron jamás pidieron disculpas ¿para qué? el tiro al blanco de los funcionarios es un deporte que la masa jalea con entusiasmo, y siempre hay periodistas mediocres que buscan un rápido ascenso.
Ahora todo esto es historia, el País es un solar devastado por ladrones de todas las formas y colores, desde concejales a banqueros pasando por defraudadores de Hacienda. Los buitres se han ido a Asia a seguir con su rapiña. Y los mismos que lo permitieron y lo alentaron, los mismos que permiten que siga en la calle un tal Millet y un tal Montull, nos miran ahora con rabia y nos dicen: estos son unos privilegiados. Yo he leído a muchos columnistas decir que debemos aceptar sacrificios porque tenemos un trabajo fijo. Mienten, y lo que es más grave, le hacen el juego a los que conculcan nuestros derechos y libertades. El trabajo no es un privilegio es un derecho recogido en la Constitución, esa misma que tanto enarbolan y que se pasan por el forro, la misma que permite la falta de representatividad de las cámaras, la miseria de los que no pueden pagar su hipoteca, la misma que reformaron entre dos partidos de la noche a la mañana para contentar al BCE. El Estado del Derecho se sustenta en la creencia de que nadie está por encima de la Ley. Nos dotamos de una normas y unas reglas para cumplirlas. Pero a la primera de cambio el govern incumple los convenios, conculca los derechos de los funcionarios, nos exige sacrificios que llevamos más de diez años soportando y nos amenaza y nos escupe, lanzando el bulo de que somos unos consentidos.
Cuando la administración se siente tan fuerte como para hacer, literalmente, lo que le da la gana, se está poniendo por encima del orden jurídico (o lo usa a su conveniencia torciéndolo).
Ahora, yo te pregunto: cuando hayan acabado con nosotros ¿qué crees que pasará contigo? ¿Crees que tu empresa va a respetar el convenio firmado con sus trabajadores? ¿Porqué iba a hacerlo?
Yo sé que debemos parar esta ola como sea o nos arrojará a los peores años de la lucha por los derechos laborales a finales del siglo XIX, cuando ser sindicalista o un trabajador con principios significaba ser un "sedicioso" un "demagogo" o un "liante"
Os lo digo muy en serio. El día que las personas que elegimos el servicio público digamos basta, el chiringuito cierra. Y ese día no está muy lejos. Mucho más cerca de lo que los que ahora se sienten tan fuertes piensan.
Piensa en una Policia mal formada, mal pagada, sin motivación ninguna. Piensa en profesores asqueados y hartos, piensa en médicos saturados, piensa en una administración inútil, inoperante, desiodiosa, que empuja a una sanidad de calidad, a una educación de calidad, a una seguridad pública de calidad en lo privado. Si tienes dinero para pagarla la disfrutas, y si no lo tienes, bueno, ellos saben maquillar con estadísticas la realidad. Y tienen la "ley a su favor". Dirán que siempre quedará garantizado el servicio público. Pero eso es una farsa. Y ya estamos hartos de farsantes.

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