viernes, 25 de noviembre de 2011

NI SE TE OCURRA...


Dijo que se llamaba Amalia, pero podría haberse vestido con cualquier otro nombre. Probablemente mentía por vergüenza, la misma que le impedía mantener las pupilas fijas en nada ni nadie mientras hablaba con dificultad, de manera entrecortada, como si las palabras no se atrevieran a saltar fuera de su interior.
En realidad, no necesitaba decir mucho. Todo su rostro hablaba por ella, su cuerpo tenso como una vara, el modo de arañarse la palma de la mano con las uñas rotas. Alguna vez, antes de esto, en otra vida, debía haber sido una mujer alegre. Todavía titilaba algo de eso en el fondo de sus pupilas, sepultado bajo una tristeza infinita que le había decolorado la mirada. "La sangre de una tiene un sabor amargo, más amargo cuando quien la hace manar es la mano que debería sustentarte." Y al oirle decir aquella frase, ella alzó la mirada y sus ojos asintieron con un leve parpadeo.
No importa cómo empezó, ni cuando, ni dónde. Nunca debería haber ocurrido, jamás. Pero sucedió, una y otra vez, muchas veces, durante mucho tiempo. Siempre era el mismo ritual, las amenazas, la sombra en la pared haciéndose grande a medida que los insultos la volvían a ella pequeña. Los desprecios que fueron acorralándola en su pequeño círculo de hogar, niños y a veces una vecina con quien debía ocultar sus inquietudes. Y luego empezaron los golpes, la insensatez, las disculpas y un torbellino de incomprensión enfermizo y enloquecedor.
Pero un día, este día, hoy, antes de venir aquí y decir la frase: quiero denunciar, de repente algo que ella creía muerto para siempre emergió después de sentir su propia sangre en la lengua. Un grito salvaje y furioso, una desesperación de ser acorralado que no está dispuesto a aguantar más, y se alzó contra esa sombra enorme en la pared. Y le escupió : NI SE TE OCURRA VOLVERME A TOCAR, y esa sombra con el puño cerrado se hizo pequeña, aún insultó y amenazó, aún trató de golpearla, pero ella ya había saltado adelante y bajaba los escalones de su infierno hacia la calle. Y allí, una mañana tal cuál hoy empezó a andar, sin más, sin mirar atrás, con la boca partida, el ojo amoratado y la espalda erguida, señalando con su mirada a vecinos, conocidos y familiares, culpables de silencio, cobardes en la mentira.
Vengo a denunciar, dijo entrando en la comisaría. Vengo a empezar una nueva vida. La mía.
(Esto está basado en un hecho real, y se lo dedico a las mujeres que luchan por sentir alguna vez de nuevo esa fuerza que las saque de la soledad, y a las que ya encontraron esa fuerza y ayudan a otras personas a encontrarla)

2 comentarios:

  1. conmovedora fuerza la de las mujeres que pueden romper el cerco de ese infierno!! difundir que cada uno de nosotros puede ayudarlas, mejorara el mundo!

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  2. Em fa esgarrifar tot el cos només de pensar en el patiment sofert per Amalia, sort que finalment va treure la força i valentia per dir: PROU!!!!

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