miércoles, 12 de octubre de 2011



He visto los surcos de tus manos que acudían a tapar mis ojos. Querías ahorrarme ver la caída, la sangre, el llanto y la ceniza donde estuvo nuestra casa.

Pero tus dedos no llegaron a tiempo para tapar mis oídos, y así el grito del Tiempo arrasó mi mente como un viento de fuego. Y no pude seguir con la mentira de los ciegos. Escuché aquella vieja canción de tormenta, el chasquido de los huesos al partirse, el bramido de las mujeres arrastrando a sus hijos, el murmullo de las ratas entre los despojos del cementerio que un día fue nuestro jardín.

Fue entonces, en ese preciso instante, al ver caer la bandera hecha jirones, cuando decidí marcharme, dejar atrás este mundo de mentiras que nos rodeaban como certezas, como seguridades, como falsas promesas. Abandoné este lugar que tú decías era sueguro, alejado de los aullidos al otro lado del muro.

Salí a la noche con paso cobarde, sin saber qué hacer, a dónde ir. Me sentía sólo, tenía frío, tenía hambre, sentía dolor, me mordía la sed, y muchas veces, mientras me alejaba, recordé el calor de tus senos y pensé en volver hacia la cómoda luz de ese lugar que dejaba atrás. Pero no lo hice, seguí adelante, y hoy me alegro, aunque entonces lloré y sangré, desollé mis manos y destrocé mi cuerpo.

Alcancé el mar, hoy puedo decírtelo. Tardé siglos, pensé que caería para no levantarme más. Pero seguí, y seguí, y supe que ya no podría hacer otra cosa que caerme y levantarme. Y lo logré. Al fin lo logré.

Hoy surco las aguas lejos de las costas, y mi vela ruge fuerte y segura, siempre a favor del viento, siempre en la cima de una orla de espuma, con el sol a mi espalda y la luna delante, A veces canto las viejas canciones, y te añoro, es cierto, pero no cambiaría este segundo por tu eternidad. Vi una luz, la seguí y esa luz se hizo grande hasta convertirse en esta vela.

Seguiré aquí por mil años, tal vez más. Acariciando los brotes de hierba sobre el mar, contando historias de búfalos a los peces que me siguen, poniendo celosas a las sirenas con tus relatos, viviendo a caballo de las nubes y las gaviotas.

De vez en cuando avisto a lo lejos otra vela y me pregunto si serás tú. Quizás también lo lograste. Acaso también tú alcanzaste el mar.

3 comentarios:

  1. Yo creí haberlo alcanzado: navegué por sus aguas bravas, disfruté de la brisa que acariciaba mi rostro y emmarañaba mi pelo. Pero fue una ilusión, un espejismo, un sueño del que demasiado pronto desperté...

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  2. A veces cuesta alejarse de esa orilla donde tantas veces encontraste refugio. A veces cuesta, incluso, desear alcanzar el mar.
    Precioso :)

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  3. Alcanzar el mar... ardua tarea cuando los vientos no son favorables.
    La narración me ha encantado.

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