El tiempo es una dimensión extraña.
Pasa, pero en ocasiones somos nosotros los que lo transitamos, como si de un
camino lento se tratase. Esa sensación de andar despacio es la que tengo hoy,
el día que cumplo 46 años. Sin darme cuenta me planto en esta tarde y parece
que no podía ser de otra manera. Que todos estos años debían traerme a este
instante. Sin prisa, pero con paso firme.
Escribí una vez que no me inquieta el dolor de estar vivo, sino que
aquello que me acongoja es la sospecha de no estar viviendo. Que cada esfuerzo,
cada pensamiento, cada acción sirva para ser consciente de cuanto me pasa. Hoy, ya no siento ese miedo.
Cumplo nacimientos, sí, y qué mayor
regalo podía hacerme que regalarme el privilegio de ser yo mismo. Hace unos
años, cuando empezaba a intuir lo que significa el oficio de escritor, alguien
con más canas y cicatrices, me dio un consejo en la Residencia de Estudiantes
de Madrid; era la primavera del 2006, y
yo un hombre eufórico y candoroso. Acababa de ganar mi primer premio, y en la
mesa estaba mi primer libro editado. 500 ejemplares que pronto se convirtieron
en 3000. Yo soñaba la gloria, embriagado por un éxito inesperado. Aquel sabio,
que sigue siéndolo, me observó con lástima, ahora lo comprendo, y me anunció
que para vivir mi sueño no bastaba el talento, ni siquiera el trabajo o mi
voluntad indudable. Necesitaría suerte –me dijo –; y la suerte sería encontrar
a las personas que me acompañasen en el camino. Si esas personas no existían, o
eran las equivocadas, mi pasión moriría como mueren tantas, sin remedio.
Aprendí en mis carnes esa lección.
Todavía me supuran ciertas heridas. Volví al principio, comprendí en qué me
había equivocado, rectifiqué y volví a intentarlo. Fue difícil, aún lo es, pero
más difícil fue, es y será, no dejar partes de uno mismo en el camino, no
perder jirones de personalidad en cada obstáculo que me toque salvar. Aceptar
las reglas sin renunciar a las reglas propias, escuchar a los demás sin dejar
de ser uno mismo, aunar pasión y profesionalidad, talento y trabajo, espacios
íntimos y espacios compartidos. Mantener la dignidad sin caer en la vanidad,
sostener la modestia sin caer en el servilismo. Respetar, por encima de todo,
la voz que viene de dentro, no entregarla a las prisas, ni a las apariencias. Confiar
sin candor, avanzar sin renunciar a lo andado, aprender antes que enseñar. Ese
es el difícil equilibrio que aquel sabio me puso aquella tarde de primavera
delante. Y a esa elección de vida me debo.
El 13 de mayo de este año 2014 que
ha sido tan definitorio, la editorial Destino decidió publicar “Un millón de
gotas” Semanas antes, yo estaba nervioso, tenso y esperanzado, como quien sabe
que está ante su gran oportunidad. Quienes me conocen bien saben lo difícil que
fue tomar esa decisión. Hoy, seis meses después, tengo en mis manos la cuarta
edición, y eso, que puede no significar mucho, lo significa todo. Seis meses,
poco tiempo. Toda una eternidad para los que sabemos que en el mundo de los
libros, como en la vida, el fracaso es lo común y el éxito lo efímero. No hablo
del éxito de ventas, hay cientos que pueden sentir ese éxito mejor que yo.
Hablo de seguir vivo, de estar ahí, gota a gota, lector a lector. Miro los
ejemplares en una librería y me parecen chiquitos, rodeados de otros cuyos
méritos están ahí. Y escucho a Irina, a Elías, a Gonzalo, hojeo las páginas y
los oigo susurrando su vida. ¡Estamos aquí! Seguimos vivos.
Nada se consigue solo. Comprendo
aquella lección. Por bueno que seas, por grande que sea la editorial, por
campañas de márquetin que se hagan. Todo eso ayuda, es fundamental, pero te
seguirán faltando los otros. Los que harán que la suerte esté contigo o te
abandone. En estos años, he visto cómo crecían los lectores, despacio, en
silencio, pero con seguridad. Las cartas personales, las amistades que han
nacido de los libros, los cafés en plazas de Barcelona, las tertulias
literarias, los clubs de lectores con cinco personas, diez, veinte….las reseñas
de lectores, de blogueros, las críticas de profesionales, los periodistas que
no miran tu nombre ni tu número de ventas. Los escritores y escritoras
animándote a seguir. También todo lo contrario, pero eso forma parte del
camino, te curte, te mantiene a pie firme en el suelo.
Ojalá pudiera hoy daros uno por uno
las gracias, estrecharos la mano o daros un abrazo. Ojalá pudiera preguntaros
cara a cara tantas cosas que me asaltan, como quisiera dar respuesta a vuestras
dudas. Un millón de gotas, un millón de
lectores. Recuerdo esa broma con una persona de la editorial, dicha con un
destello de esperanza en la boca pequeña. Claro que no sois un millón, pero
sois muchos, y gota a gota, persiste esta historia. Como esa lluvia calma que
alimenta la hierba sin aspavientos y que un día estalla en una primavera
increíble.
Quería nombrar uno por uno a todos
los blogueros que me habéis ayudado a dar a conocer esta historia. Pero no lo
haré porque dejaría alguno en el camino y no sería justo. Que cada uno se
sienta concernido con esta carta de agradecimiento, incluso aquellos a los que
no os gustó lo que leísteis, también de vosotros aprendo cuando la crítica nace
del respeto. A cada lector, gracias. A los que conozco, a los que jamás
conoceré, a los libreros, a los dependientes de las grandes superficies que
ponen el libro en manos de quien llega dudando, al equipo de personas de
Destino, desde Emili, Silvia, Alba, hasta la
becaria cuyo nombre desconozco. Gracias a Alrevés, gracias a Josep, y a
Jordi Canal, mi gran amigo y consejero. Gracias a Carlos Pujol. A los bibliotecarios, a quien se niega a descargar
pirata un libro, a mis amigos de Francia que practican ya el español con Tania
y Compañía. A Antonia, a Claudia, a Hilde.
Gracias a aquel sabio cano, cuyas
palabras, hoy más que nunca, mantengo vivas. La suerte son los otros. Y yo
tengo suerte, amigos.
Gracias por regalarme este sueño en
mi cumpleaños que no se detiene, que ya
es una realidad. Yo solo puedo prometeros que seguirá lloviendo.
Muchas felicidades, Víctor. Por tu fecha, por tus libros, por tu éxito. Y gracias a ti, por dejarnos conocer a tantos personajes que cobraban vida al abrir el libro y, como buena lectora y egoísta... espero leerte más.
ResponderEliminarBesos
MUCHAS FELICIDADES VICTOR EN ESTE DÍA TAN ESPECIAL!!!!!!!ME EMOCIONA LO QUE EXPRESAS EN TUS ESCRITOS PORQUE LO HACES CON PASIÓN,SENCILLEZ Y CLARIDAD!!! LA VIDA ES UNA CONSTANTE REFLEXION PARA PODER CORREGIR LO QUE HACEMOS...EN MI VIDA DE DOCENTE HA SIDO UNA CONSTANTE Y CREO QUE EN LA VIDA DE TODOS!!!!ADELANTE Y MUCHA FUERZA...TIENES CON QUÉ!!!!!!!
ResponderEliminarSuscribo una por una tus palabras. También yo estaba en el camino. Hable con Gregori. Una critica en el correo de la Tristeza del samurái. Viajaba en el mismo barco, con Antonia y entiendo tan bien las palabras que has escrito y las que no lo has hecho, pero que militancia inmensa esta de la narración... Feliz cumpleaños y sigo escribiendo
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